El martes 6 de junio el Instituto Patria, por medio de su comisión de Cultura, abrió sus puertas de par en par para que la comunidad educativa del Isauro Arancibia colmase las instalaciones, arme una feria, monte una muestra de fotos y presente el libro en el que se compila “una experiencia colectiva de educación popular en el sistema forma”, por medio de la voz, la mirada y las emociones de estudiantes, profesores y también su directora, la admirada por todos y todas, Susana Reyes.

Rita Cortese y Oscar Parrilli presentaron la actividad.

El auditorio Néstor Kirchner se llenó temprano. Las paredes habían sido revestidas con una muestra de fotos en la que se rescata el espíritu colectivo con el que se educa y aprende en el centro educativo que ya tiene veinte años de historia. En el hall central del instituto, los estudiantes habían montado otra muestra, con los trabajos que realizan en los talleres de oficio que reciben de parte de la institución: panadería, morrales y carteras y hasta la posibilidad de arreglar una bicicleta. Allí también se ofrecía, entre sonrisas, abrazos y fotos, el libro que se presentaría en un rato y la revista mensual del Isauro que editan en conjunto profesores y alumnos.

Luego de la bienvenida que ofrecieron el presidente del Instituto, Oscar Parrilli, y Rita Cortese, referente de la comisión de Cultura de la casa, hubo una sorpresa: por la puerta ingresó una señora de mediana edad, y dijo: “Ando buscando a mi señorita”. Luego de la cortina de aplausos, se supo: era Elena, la primera alumna que tuvo Reyes al iniciar la patriada de educar y ser educada por las personas en situación de calle, en la sede de la CTA, sobre la avenida Independencia. Con lágrimas en los ojos compartió con la audiencia lo agradecida que estaba. “Me acerqué para poder leer y escribir todo lo que tenía para decir”, contó la mujer, fundadora de ANMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina en Acción por Nuestros Derechos). Y dijo: “Tenemos que pelear por nuestros sueños. Vale la pena”.

Luego se hicieron cargo de la palabra los invitados del panel: ex ministro de Educación Alberto Sileoni, el educador y miembro de la CTERA (Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina) y CTA (Central de los Trabajadores Argentinos), Francisco “Tito” Nenna, la alumna del Isauro Selva López y la directora de la institución, Susana Reyes.

La comunidad del Isauro llenó de color y emociones el auditorio Néstor Kirchner.

Sileoni retomó las palabras de Elena, y dijo: “Hay algo en eso de hablar de nuestra señorita, o afirmar, luego de recibirse con el plan Fines, por ejemplo, que ‘le voy a decir a mi vieja que me recibí’, como me dijeron en distintas oportunidades: tiene que ver con una niñez que vuelve”. Señaló que “La pobreza se roba la infancia y es por eso que los jóvenes y los adultos traen la infancia a la escuela, un lugar extraordinario para volver a ser chico”, y afirmó que en el Isauro “se le devuelve la voz a los chicos, que hasta ahí fueron silenciados, que también es una buena metáfora para citar a los movimientos nacionales y populares, que realizan esa misma tarea con los que son silenciados por el poder, e ir a una escuela en la que se pueda volver a tener voz, es un gesto de una extraordinaria generosidad.

Nenna contó que “en el libro está muy bien planteada la educación popular como construcción colectiva” gracias al aporte de las distintas voces que dan cuenta de un trabajo que lleva veinte años y dejó atrás muchísimas dificultades, de todo tipo, y ningún apoyo oficial de parte del Gobierno de la Ciudad a cargo del PRO. Citó la pedagogía de la liberación del educador Paulo Freire y resaltó que los docentes comprometidos con el destino de la Patria, “tenemos presente en cada acción a los 600 educadores detenidos-desaparecidos, como Isauro, y también al resto de los 30 mil”.

Selva y Susana.

Selva eligió la lectura para expresar lo que ella, y el resto de los alumnos/as –muchos/as de ellos/as presentes en la sala-, sienten por el Isauro. Lo hizo de modo pausado y claro, sin que se le traben las palabras, o anude la garganta, como sí le sucedió al 99 por ciento de los presentes, en varias oportunidades. Dijo: “Hoy estamos acá para presentar un libro; más que un libro, una escuela, hecha desde la verdad, la justicia y el amor”. Dijo también: “La Isauro está hecha para niños, jóvenes y adultos, verdaderos héroes de una sociedad que los expulsa de todo sistema”, y contó que “En la Isauro nos enseñan a no ser perfectos, a no vestir uniforme, a que no necesito un sobresaliente para ser abanderada”, un espacio en el que “aprendí que una maestra o directora son los que te respetan seas como seas y te vistas como te vistas”. Dijo: “Acá ves cómo a los profesores se les hincha el pecho de orgullo cuando el aula se les llena de súper héroes y heroínas”. Dijo: “Acá –en el Isauro- no existe el sentimiento más ruin de este sistema: la lástima”.

Poco después, las lágrimas por la emoción colectiva le dejaron lugar a los aplausos, las palmas, los chiflidos, la algarabía, por la presencia de Cultura Urbana, a cargo Leo y Alan, dos estudiantes, quienes improvisaron rap sobre unas pistas que conectaron al equipo de audio. Criticaron la política económica del gobierno, la frialdad y cinismo de Macri, describieron su propia realidad, la construcción colectiva del Isauro, sus aspiraciones y sueños, la falta de trabajo y la calle, entre otros asuntos. Uno de ellos cantó con su hijo en brazos. El aplauso de cierre duró dos largos minutos, y de nuevo hubo lágrimas de emoción.

Nenna compartió viejos recuerdos de la escuela, cuando recién arrancaban.

El cierre estuvo a cargo de Reyes. “El Isauro no se pensó sino que se fue haciendo, junto a los trabajadores” y explicó que con el libro lo que pretenden es que “la experiencia sea replicada, para que haya muchos más Isauros”. Apuntó que “la educación popular es un posicionamiento político” y que es “justamente desde ahí que trabajan todos los días y que los pibes se acercan. Es una escuela inclusiva, no solo para los pibes en situación de calle”. Para cerrar, citó al Isauro de carne y hueso, al que definió como su faro: “No hay maestro cierto y verdadero sino lucha por la liberación de los pueblos”.

Isauro Arancibia fue un maestro rural tucumano, comprometido con su tarea y con su tiempo, que desde la Agremiación de Trabajadores de la Educación Provincial (ATEP) aportó su grano de arena para la fundación de CTERA, de la que fue su secretario general adjunto. Junto a su hermano Arturo René, fueron asesinados el 24 de marzo de 1976 por personal civil y policial en el local de la ATEP. Resistieron el ataque con dos escopetas de caza y le dieron muerte a uno de sus chacales. El cuerpo de Isauro recibió más de cien balazos y le robaron los zapatos.

En su homenaje, una decena de escuelas argentinas llevan su nombre, al igual que el auditorio de la CTA y diversas agrupaciones sindicales docentes. El documental “Maestros del viento” relata su vida, al igual que el libro “La oruga sobre el pizarón”, del escritor tucumano Eduardo Rosenzvaig.